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sábado, 22 de octubre de 2011

2. Cuando Giulia interpretaba

La vida en tu teatro. Cuando Giulia interpretaba.

Este relato es una continuación cronológica no dependida ni dependible -no dependiente- del relato "El vacío insondable y anónimo". Se pueden leer de forma independiente, si bien este relato complementa y, quizá, justifique el anterior. -o quizá pueda destrozar definitivamente al primero. Ambos forman la serie "La vida en tu teatro".

Dedicado a Teodoro Bama, Lazaro , _None_ y VV.AA -aunque posiblemente odie la continuación- compañeros de TusRelatos.com, cuyos comentarios en "El vacío insondable y anónimo" me animaron a escribirlo.

"Dejar de vomitar para regresar a su personaje original, el que actuaba durante más tiempo en su día a día"

Hacía meses que no sabía nada de ti, creo que tardé tiempo en darme cuenta de que te habías ido, o quizá no quise asumirlo. A aquel hotel de carretera en el que hacía dos años y medio que nos encontrábamos, seguí yendo a dormir todos los días múltiplos de 4 excepto los múltiplos de 8. Tú y tus juegos.
-Me encantan los números primos –me decía mientras preparaba la selectividad a la mañana siguiente. –Son tan impredecibles...
-Impredecibles–repetía mientras me desperezaba y la ubicaba en la habitación: estirada sobre la cama, con los pies en la almohada, junto a mi cabeza. –Podías vestirte y traerme café anda...
-¿Sabesque no existe ninguna forma para saber cuándo aparece un número primo?–continuaba sin apenas escucharme.
Al final terminaba por vestirme y cuando iba a salir se emperraba en que la esperara y bajásemos a desayunar juntos a la cafetería. Sabes que lo odiaba. Entrábamos en el hotel lo más tarde posible para pasar desapercibidos y me hacías bajar a la cafetería a media mañana y tú cargada con tu mochila de libros.
-No,dentro de cuatro días no. –me corregías con malicia- Es día 16. –y ello lo zanjaba todo. No valía la pena discutirlo.
Haber quedado más noches podría haber levantado sospechas y entre los días que pasábamos juntos en el teatro, los ensayos y esas pocas noches teníamos suficiente.
-Tampoco están sus padres. –Le comentaba a Julio sin entender bien qué estaba ocurriendo.
-Venga, no te preocupes –me consolaba Julio sin conseguirlo.
-Ninguno de los vecinos sabe nada de la familia.
De repente la obra había dado un giro o quizá faltaban hojas al libreto o quizá me había limitado a perder la página por la que iba y regresar a las páginas en las que ella aún no era actriz protagonista ni directora en mi función.
Habiendo descubierto su ausencia, una noche, decidí entrar a su piso forzando la puerta.No había nada. No quedaba nada. Si algún día Giulia había existido y había vivido allí, el piso no delataba si quiera su perfume, su paso por aquel escenario vacío.
-¿Y por qué los pares? –inquiría cada cierto tiempo.
-Los números impares son más feos. –me contestaba con naturalidad.
-¿Yel número 8?
-Es feo.
¿Y sus múltiplos?
-También.
Me limitaba a mirarla y ella sonreía. No era un capricho suyo sino que formaba parte del guión. No era necesario justificarlo, tan sólo había que aprenderlo y recitarlo. El dramaturgo lo había querido así. Seguía unas directrices, era posible encontrar una lógica matemática: múltiplos de 4 excepto los múltiplos de 8, aunque ello no lo justificase, aunque pareciese no sostenerse por sí mismo.
-Como los números primos. –afirmaba y parecía dejarlo todo claro.
No dejaba de preguntarme qué razones la habían llevado a desaparecer o quizá a que yo dejase de encontrarla. Quizá me había olvidado de inventarnos. De escribir –demiúrgico- que existíamos y actuábamos.
Cuando me ponía a trabajar en el relato semanal me recreaba en su ausencia, era como un cáncer, un proceso degenerativo a la espera de llegar el fallo multiorgánico. Conseguía aprehender el sentimiento, analizarlo, saber qué era,cómo lo sentía, pero había perdido toda la capacidad de utilizarlo y crear, transponerlo.
-La inversa de la transpuesta... –susurraba para ayudarme. No sabía qué significaba. Se lo había escuchado a Giulia mientras ella estudiaba para la selectividad. –La inversa de la transpuesta...
El teatro se había invertido y transpuesto. Ahora yo formaba parte del público.Desde el centro del patio de butacas miraba todos los asientos a mi alrededor en los que esperaba encontrarla ya que no la encontraba sobre el escenario. Una actriz que no era Giulia hacía ahora de Giulia cuando Giulia interpretaba.
-Perdona. La otra actriz, Giulia Oliveiri, ¿me puedes decir dónde puedo encontrarla?
-¿No te gusta como actúo? –me contestó aquella Giulia que no era Giulia. No le contesté y continuó hablando. -Ha vuelto con su familia a Milán, por un tratamiento.
“Deux ex...” pensé.
Me quedé mirándola sin saber qué hacer. Me preguntó si me encontraba bien. Y pensé que no, pero no dije nada. Volvió a preguntármelo y creí haber contestado que no, pero no era así.
-¿Tú eres Gonzalo? –me preguntó para terminar de destruirme mientras salíamos del teatro.
-Se ha ido, Julio. –Le informaba- Se ha ido y no me dijo nada de lo que pasaba.
-No querría preocuparte. –Me consolaba de nuevo Julio sin conseguirlo- ¿Porqué no la llamas por teléfono?
Recuerdo que aquella noche regresé al hotel. Era múltiplo de 8 y sabía que allí no la encontraría. En la habitación me acordé de aquella otra noche, tras el primer pase de su segunda obra. Acabábamos de hacerlo y con infantil malicia regresó al tema que aquel día yo debía interpretar y ella obligarme a que lo interpretara.
-No creo que mi padre lo siga haciendo con mi madre. –te soltaste nada más volver del baño.
-No sé si quiero saberlo...
-Nunca los he escuchado. –me sonreíste mientras buscabas entre las sábanas- Es como si tú no tuvieras 46 años...
-Los tengo, más del doble que tú –solté bruscamente- Cuando me muera aún tendrás tiempo de pervertir a algún niñato, Maggie.
-Tú nunca vas a morir para mí –dijo seriamente.
No sabía que contestarle. La abracé en silencio y dejé que llorara.
-¿Verdad que la obra ha sido espléndida? –murmuraba entre sollozos.
De nuevo comenzó a actuar y volvimos a hacerlo.
Tomé el teléfono de la habitación del hotel y llamé al número que me había facilitado aquella falsa Giulia a la salida del teatro.
-Buon giorno, -comencé, agotando todos mis recursos de italiano - ¿Está Giula Oliveiri?
-¿Quién llama?
-Soy el director del teatro–mentí- para saber qué tal se encuentra nuestra actriz principal.
-Lo siento, pero Giulia murió ayer. Tampoco se pudo hacer nada para salvar el niño.–comenzó a llorar- Si me disculpa... –y colgó.
No te dio tiempo, Giulia. Y a mí tampoco.
Regresé a mi piso y me puse a rebuscar entre mis papeles. Estaba intacto desde aquella noche en que te conocí, Giulia, nunca había sido capaz de terminar aquel relato sobre un suicidio o un asesinato o qué sé yo de qué trataba.
Me senté a escribir porque todo volvía a ser como antes, ahora que podía pensar en que había existido un antes, ahora que todo se había acabado. Llegaron las tres de la noche a mis seis de la mañana y bajé a tirar la basura para no encontrarte borracha tirada en el zaguán.
No nos dio tiempo Giulia, por más que te esforzaste en darte prisa. Te fuiste sabiendo que ya se había acabado el tiempo. Te fuiste llevándote lo mejor que había hecho en mi vida, que había sido todo lo que te había robado desde tus dieciséis años. Pero no te dio tiempo. No era tanto actuar la obra de teatro como el propio hecho de haberla actuado. Dejar algo, en fin, la certeza de crear algo que nos sobreviviría.

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